El castillo se encuentra situado sobre un cerro natural, al noroeste
de su núcleo histórico, apareciendo en tiempos antiguos unido a las
murallas defensivas de la villa, del que constituía como una alcazaba.
Se organiza sobre un terreno de planta sensiblemente regular,
casi un rectángulo, con una torre en cada esquina más otras intermedias
en los lados noroeste y suroeste, con muros que en su parte superior
presentan adarve o camino de ronda de 1,60 metros de ancho, con almenas
"encapuchadas". La altura de estas murallas oscilan desde un mínimo de 4
metros hasta un máximo de 15 metros, según el terreno.
La entrada al castillo la hacemos por la calle Ponce de León núm. 8.
El primer testimonio escrito sobre esta fortaleza se encuentra en el Libro del Repartimiento de Sevilla y sus tierras, cuando en 1253 se cita a Utrera como una cortijada islámica con torre de defensa y protección.
Poco después, en 1264, el castillo es citado como consecuencia de los favores otorgados por Alfonso X
el Sabio a don Pedro Yáñez, maestre de Calatrava, por conservar esta
fortaleza, de gran utilidad para la reconquista de plazas importantes
como Lebrija, Jerez o Arcos.
La pieza más importante que se conserva es la Torre del Homenaje,
una soberbia construcción de planta casi cuadrada, cubierta en su
planta baja por una bóveda de paños octogonales sobre trompas, y en su planta superior por una bóveda vaída.
Todo el conjunto se abre hacia el interior del "Patio de armas",
mediante una puerta abocinada que se quiebra formando el ángulo de la
torre Este y continúa hacia la torre Sur.
El castillo presenta elementos arquitectónicos de tipo islámicos que pudieran ser de la época almohade,
si bien se sabe que fue muy reformado posteriormente, pues su
importancia militar fue muy grande. De hecho, con la reconquista de
Sevilla de 1248,
Utrera se convierte en plaza estratégica de primer orden dentro de la
línea fronteriza, por lo que el Concejo de Sevilla mandó su
reforzamiento con piedra y ladrillo, por lo que también presenta
notables elementos góticos, como las bóvedas antes citadas.
En la planta baja de la Torre del Homenaje encontramos una especie de "centro de interpretación" con diversa cartelería que nos cuentan la dilatada historia del castillo. Nos vuelve a contrariar el no poder acceder a la planta alta y cubierta de la torre, una burda mesa cierra el paso y un cartel nos avisa de que solo puede visitarse bajo visita guiada. Pero como dentro del castillo se ubica la Oficina de Turismo de Utrera y según horario está abierto nos dirigimos a ella para ver la posibilidad de visita, pero allí
no hay nadie, esperamos un rato pero nada, no apareció nadie, así que
no pudimos informarmos debidamente ni subir. Este castillo no parece que sea excesivamente interesante, sobre todo después de haber visitado poco rato antes el Castillo de las Aguzaderas, pero bueno, parece un poco de despropósito que tengan un horario de visita y apenas se pueda visitar y no haya nadie para atender nuestras expectativas y dudas.
Dispone de una magnífica bóveda de paños octogonales, en su centro lo que pudiera ser un matacán o buzón de fuego, en caso de que el enemigo consiguiese entrar en la planta baja, a través de esa oquedad podrían tirar aceite hirviendo, piedras o cualquier otro invento que pudiera hacerles daño y frenar el avance invasor.
Y efectivamente, en el suelo de la sala vemos unas grandes bolas de piedra que sin dudas estaban preparadas en la planta alta para dar la bienvenida a las visitas no deseadas.
Tras la pequeña decepción que supuso el intento de visita al castillo, nos dirigimos al exterior para intentar perimetrarlo. Que digo yo que si está abierto y la oficina de turismo también ¿donde estaban quién debía atenderla y el guía que podría habernos acompañado a visitar la torre? Sin dudas, dinero público despilfarrado.
La sensación de haber perdido el tiempo viniendo a Utrera aumenta cuando vemos el aspecto sucio y abandonado de las murallas del castillo máxime estando dentro del núcleo poblacional, probablemente la satisfacción que nos produjo el Castillo de las Aguzaderas y su magnífico estado de conservación pues nos hizo albergar demasiadas expectativas sobre éste. Sin dudas en los años 60 del siglo pasado el personal responsable era mucho más efectivo y preocupado por nuestro patrimonio nacional que los actuales.
En tiempos de Alfonso
XI Utrera estaba rodeada por murallas y el castillo parece que fue
dotado de una fuerte cerca que formaba una gran plaza de armas delante
de la torre.
Por su proximidad al castillo, en 1331 el Concejo de Sevilla dispuso dar cada año a la vecina iglesia de Santiago
un dinero para obras en ella ..."por estar cercana a ella el Castillo
de Sevilla y acudir a ella el castellano y gente de armas para el Santo
Sacramento a deshora y ser enterrados allí".
Noticias posteriores dan a conocer cómo fue destruido el castillo en 1368 tras la invasión de la villa por las tropas de Mohamed V de Granada, y recuperado a los nobles en 1478 por los Reyes Católicos cuando se lo reclaman a Fernán Arias de Saavedra.
A partir del siglo XVI comienza el declive del castillo, que queda abandonado desde 1743 cuando Utrera deja de pertenecer a la jurisdicción de Sevilla, pasando a ser con Felipe V
"plaza de realengo". Aún así el ayuntamiento sevillano conservaría la
propiedad y la facultad de designar alcaide para la conservación del
edificio, aunque el cargo perdió carácter por la falta de presupuesto y
sería sólo de tipo honorífico.
Con la llegada de los franceses, el 10 de febrero de 1810,
la población de Utrera es obligada a pagar enormes impuestos, lo que
dio lugar a fuertes protestas por parte de ésta, y a represalias por la
de los franceses, que bombardearon el castillo desde la Huerta de la
Zorra causando grandes destrozos en él.
En 1915
el entonces alcalde de la ciudad, Rafael Adame Peña, mandó hacer
reparaciones en la fortaleza, rehaciendo por completo el patio de armas,
que se mantuvo poco tiempo en buen estado.
Bastantes años después, en 1974, se inician obras de restauración según un proyecto de Rafael Manzano Martos, patrocinado por la Dirección General de Bellas Artes, en unas obras que se dieron por finalizadas en 1986
con la apertura al público de las nuevas instalaciones. Sólo dos años
después se continuaron estos trabajos, acometiéndose el refuerzo de
muros, el rebaje del patio de armas hasta su nivel histórico de suelo y
la rehabilitación de nuevos elementos aparecidos. Demasiado tiempo y probablemente dinero gastado para tan pobres resultados.
Leemos en la publicidad que actualmente el castillo es un lugar de ocio abierto al público, con zonas adecuadas para celebraciones y actos culturales y a mi que parece demasiado pretencioso, todo cerrado, nadie para atender a los visitantes y ni siquiera es posible caminar por el Patio de Armas. Supongo que los pillé en un mal día. Si tienes que venir a Utrera pues merece la pena perder algo de tiempo y visitarlo, pero venir expresamente para visitar el castillo, pues mejor evitarlo y hacer otras actividades más interesantes. Nunca he sido crítico en ninguna de mis visitas porque siempre hay algo salvable, pero esta visita no lo merece. Algún día tenía que ser el primero.
Y ya sabéis, búscanos donde haya un sendero, una
montaña, un árbol,
donde un humilde musgo espere paciente el deshielo, búscanos donde el
buitre
leonado se siente invencible o donde la pequeña Langeii desparrame su
perfume, búscanos y si nos encuentras, será un placer saludaros.
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