lunes, 21 de octubre de 2019

TORREGORDA-SANTA MARÍA DEL MAR (CÁDIZ) (12 OCT 2019)

Hoy recorreremos el tramo de playa comprendido entre Torregorda y Santa María del Mar. Siete kilómetros y medio de arena fina y magníficas playas entre las que destacan, además de las citadas, la playa de Santibañez, El Chato, La Cortadura y la Playa de la Victoria. El regreso lo haremos por el paseo marítimo de Cádiz, continuando por el sendero que discurre entre las playas de La Cortadura y Torregorda y que supone todo un balcón al saco de la Bahía de Cádiz.

Cádiz, la ciudad más antigua de occidente es un lugar cargado de historia y restos arqueológicos y un enclave tan estratégico, tanto comercial como militar, que durante milenios hicieron que todas las culturas que por ella pasaron fueran dejando su impronta defensiva, a modo de fortines, baluartes y murallas defensivas convirtiéndola en una ciudad fuertemente fortificada, que merecerían varios miles de páginas, yo intentaré abreviar en todo lo posible que para reseñas históricas y ampliación de conocimientos, hay otros lugares mucho más académicos. Esto sólo es una paseo.
 
Esta ruta conforma la etapa 12 del periplo "La Costa de Cádiz".

Dejamos el coche en: 36°27.746'N - 6°15.131'W
Distancia: 17,65 kilómetros.
Tiempo: 4 horas 11 minutos.
Dificultad: Moderado.

El coche se queda aparcado en uno de los numerosos aparcamientos que tiene esta playa.

Se trata de la Playa de la Torregorda que debe su nombre a la torre existente en el lugar. La torre original se construyó a principios del siglo XVII, quizás sobre los restos de primitivas torres y Almadraba de Hércules que se levantaba en el mismo paraje. Formaba parte del sistema de torres que vigilaban la costa y a través de las que se podrían transmitir rápidamente, las alertas mediante ahumadas y hogueras. Mantenía contacto visual con las de Sancti Petri, Torre Alta y San Sebastían. Hoy día existe una torre moderna de uso militar.

Rápidamente llegamos a la playa de Santibañez. Al otro lado de la autovía existe el conocido como Enclave Defensivo de Santibáñez, que veremos a la vuelta.

Desperdigados por la playa existen restos de un acueducto romano y de los muros de una calzada datada entre los siglos XVI y XVII.


También vemos los restos de dos muros paramentales de unos 80 centímetros de grosor y dos metros de alto por los que discurría la calzada”, como ha explicado Eugenio Belgrano, miembro de Adip y también presidente de la Asociación de Investigadores del Subsuelo. Esta calzada data de entre los siglos XVI y XVII y se mantuvo en uso hasta 1755, cuando el maremoto de Lisboa la destruyó. Parte de los muros localizados están tumbados por la acción de las olas que azotaron la ciudad.


En las cercanías también han aparecido hasta siete piezas de lo que podría ser el Acueducto de Gades, una infraestructura romana del siglo I d.C. es considerado uno de las obras de ingeniería más grandes de la Hispania romana. Se abastecía del manantial del Tempul y recorría más de cincuenta kilómetros hasta Gades. Contaba con tramos elevados y subterráneos para conseguir la presión adecuada del líquido hasta llegar a los grandes depósitos situados junto a la Puerta de Tierra.  El último tramo estaba formado por bloques de piedra horadados en su interior por donde transcurría una tubería de plomo. Cercano a este lugar, en los jardines de Varela, se conservan los restos de un edificio, también de época romana, con patio porticado. Estos tramos de piedra son lo que se conocen como atanores, piezas de piedra machihembradas por cuyo interior discurría el agua.

Las piezas encontradas en la playa de Cortadura son iguales a otras, ya descubiertas hace años y hoy expuestas en la plaza de Asdrúbal de Cádiz.
Estas que vemos en las fotos están expuestas el el Mirador del Tajo del Águilar (Algar) (visitado en enero de 2016) y pertenecen a este mismo acueducto.

Ya caminamos por la Playa del Chato.

En su parte alta seguimos viendo restos de la antigua calzada y sobresaliendo entre las dunas, el Ventorrillo del Chato. Construido en 1780 para ofrecer alivio a los caminantes, en el espigón que unía Cádiz con la Real Isla de León. Es un lugar cargado de historia y leyendas, hay quién afirma que entre la cal de las paredes del sótano aún suenan las voces y deambulan las figuras de los que allí estuvieron cuando en 1812 las tropas francesas sitiaban la ciudad y se instaló en la venta una batería de cañones para hostilizar al enemigo que disparaba desde el Trocadero.

Se dice que la venta fue fundada por autorización del Conde O`Reilly, Alejandro O'Reilly (1723-1794), fue el segundo gobernador español de la Luisiana colonial, mariscal de campo y capitán general de Andalucía , su fundador fue Chano García, a quien apodaban "El Chato" por causa de su gran nariz.

También se cuenta que en 1823, cuando las Cortes del Reino apresaron a Fernando VII en un encierro tan benigno que le permitía ir de aquí para allá a divertirse donde quisiera, el rey solía visitar el ventorrillo acompañado de un personaje llamado “Fray Manzanilla”. El “Fray” le venía de su apariencia de fraile, con el pelo cortado en redondo alrededor de la cabeza y una calva a modo de coronilla. Lo de “manzanilla”, claro está, por su afición a este vino. “Fray Manzanilla” se encargaba de buscar entre las mozas que bailaban en la venta las idóneas para divertir a El Deseado, a quién agradaba extraordinariamente el contoneo de las bailarinas gaditanas.

Aquí nació "La Tapa", dicen que: en una de estas alegres veladas del monarca en el lugar, cuando en un momento determinado y gracias a la luz que entraba entre duela y duela del techo de madera, Fernando VII observó cómo caían unas pequeñas motas de polvo que amenazaban su codiciada bebida. Fue en ese momento, en el que pasaba por allí el propietario del lugar, cuando Fernando VII pronunció aquello de: ¡Chato, tápamelo! El dueño del ventorro, ‘Chano’ García, atendió la petición del Rey con una sublime originalidad, ya que procedió a tapar el vaso con una porción de queso lo suficientemente grande como para cubrir el recipiente.
Tanto al Rey como a los allí presentes les sorprendió esta idea, popularizándose desde entonces pedir que se tapara la bebida con alguna pequeña porción de alimento, dando lugar a lo que hoy conocemos como "tapa", el aperitivo más internacional de la cocina española, presente en la mayoría de establecimientos gastronómicos. Un gran invento gaditano para disfrute de la Humanidad.


El día está magníficamente nublado y un rayo le sol ilumina el Puente de la Constitución, que parcialmente vemos tras las dunas.

Imbuídos de tanta historia hemos llegado a la Playa de La Cortadura, así que aún hay más. El Fuerte de La Cortadura es la última gran fortificación levantada para la defensa de la ciudad de Cádiz. Se construyó en la primera década del siglo XIX, con la Guerra de la Independencia, pero utilizando los criterios defensivos del siglo XVIII.

Durante el siglo XIX, y debido a la invasión de los franceses en la Guerra de la Independencia, se hizo necesario extender el perímetro amurallado, lo que dió origen al Fuerte de la Cortadura.
Este fuerte de la Cortadura fue proyectado por el ingeniero militar Antonio Hurtado en el año 1801. En su construcción, se siguió el mismo esquema defensivo que tenía la muralla levantada en el siglo XVIII.
Jugó un importante papel defensivo y psicológico, ya que, en el hipotético caso de que la ciudad de San Fernando cayese en manos francesas, este fuerte impedía el acceso de los invasores a la isla gaditana. Sin embargo, puesto que las defensas isleñas aguantaron, sólo se construyó una parte del fuerte originalmente proyectado. En un primer momento el fuerte comenzó a construirse de forma espontánea, contando con la ayuda de voluntarios gaditanos, hombres y mujeres, que colaboraban así con la defensa de la ciudad: un nuevo ejemplo de la voluntad de resistencia que demostró la población gaditana, que convirtió la guerra en una causa particular de sus gentes.

La fortaleza fue proyectada como un fuerte de cinco  baluartes, con foso y glacis, pero sólo se terminaron tres 3 baluartes. El Baluarte de Santa María y el de San José formaban un frente principal inundado.

El tercero, llamado Baluarte del Espigón o del Infante Don Carlos y que hoy día separa las playas de La Victoria y de La Cortadura, hubiera constituido (junto con el no construido del lado de la Bahía) el flanco de retaguardia sur. Se da la circunstancia de que una vez terminado el flanco sur, el que daba a la playa, se cayó en la cuenta de que en las bajamares quedaba una ancha franja de playa por donde podía irrumpir el enemigo y terminar  tomando la fortaleza por su gola.

En el Baluarte del Espigón podemos ver una especie de bulbo defensivo, diseñado para minorar la fuerza con que el oleaje combatía con la alta muralla. Sin dudas, otro invento gaditano que más tarde sería adoptado por la industria náutica en la construcción naval, tan importante y efectiva fue esa adaptación, que hoy día no hay buque mercante ni de pasaje que no cuente con un bulbo en su proa.

Pasado el baluarte, comienza la inmensa Playa de la Victoria, o como la conocen los gaditanos, el Balneario.

En la línea del horizonte vemos el Castillo de San Sebastían, que será incluido en el próximo tramo playero que realizaremos.

En el skyline gaditano sobresalen la Catedral y la Torre de Comunicaciones, nuestro Pirulí particular. Más a la derecha vemos un tramo de muralla y la Playa de Santa María, desde dónde iniciaremos el regreso.

Frente a la Plaza Asdrúbal, vemos una bonita escalera de caracol para acceso a la playa y que separa las playas de la Victoria y Santa María del Mar. Hoy día este acceso está cortado por la pérdida de arena debida a los temporales y que han creado un gran escalón en su base, por delante, una ordenada línea de bloques de roca ostionera que protegen este tramo de muralla.

La Torre de Comunicaciones presenta un cuerpo semicilíndrico en la esquina, que se proyecta hacia la avenida a partir de la planta segunda del edificio, y que recuerda poderosamente a las soluciones expresionistas en curva de los edificios de Erich Mendelsohn en la Alemania de entreguerras. Junto a este volumen, la fachada hacia la avenida abre cinco grandes huecos verticales entre las plantas primera y segunda. Las plantas tercera y cuarta se abren hacia el mar cada una con un hueco horizontal alargado. En la planta quinta, este hueco horizontal aumenta en altura y se proyecta hacia el exterior como balcón

La Playa de Santa María finaliza con un espigón fuertemente reforzado, al igual que el tramo de muralla que en esta zona está bastante deteriorado. Desde aquí iniciaremos el recorrido de vuelta pero a través del Paseo Marítimo. En la parte izquierda vemos el Baluarte de San Roque, que también veremos en el próximo recorrido.



El Paseo Marítimo tiene una longitud de algo más de cuatro kilómetros y los recorremos en su integridad. Su lado izquierdo está repleto de bares y terrazas, siendo una referente zona de ocio. Y está salpicado de miradores, restos arqueológicos y estatuas varias en recuerdo de gaditanos insignes.

En uno de los apartados, encontramos unas tumbas púnicas de la Necrópolis de Gadir, datadas en el siglo IV a.C.  La Necrópolis de Gadir hace referencia a un conjunto de zonas de enterramientos fenicio-púnicos situadas en varios lugares de la actual ciudad de Cádiz.
La ciudad de Gadir se encuadraba en las islas Kotinoussa y Erytheia, ambas pertenecientes al archipiélago de las llamadas Islas Gadeiras, el cual junto con el cercano Yacimiento Arqueológico de Doña Blanca (visitado en octubre de 2017) conformaban el área de poblamiento fenicio en la Bahía de Cádiz.

Y la escalera de caracol de acceso a la playa, tan bonita como inútil a día de hoy y que parece ser, no preocupa demasiado a nuestro ayuntamiento.

En uno de los muros del antiguo cementerio encontramos una singular pintura, en la que se conjugan con un maestría soberbia, la mitad de una embarcación real con la otra mitad, realizada en pintura, siendo tal la habilidad del autor que incluso en directo, es difícil saber qué está pintado y qué es lo que sobresale de la pared. Un soberbio graffiti en tres dimensiones obra de los artistas Growready & Victoriano, Kimberly Kembie (Holanda) y Juan Carlos Toro (Jerez).

Poco después encontramos una escultura de la Diosa Gades, original de Juan Luis Vassallo (Cádiz 1908-Madrid 1986) y concebida por su autor en esta playa. Esta escultura fue Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1948.
Juan Luis Vassallo fue uno de los escultores españoles más insignes de la edad moderna, académico de las de Bellas Artes de Cádiz (1938) y Sevilla (1953). En 1967 fue elegido académico numerario de la de Real Academia de Bellas Artes de San San Fernando de Madrid.

Más allá, encontramos un busto de otro insigne gaditano, pero en este caso dentro del mundo del Carnaval, si decimos Antonio Rodriguez Martínez, pues a poca gente le sonará, pero en cambio si lo nombramos por el apelativo "El tío de la tiza", pues no hay gaditano a quién no le suene. Antonio Rodriguez Martinez, fue un músico y autor de amplio calado y cuyas obras se incrustan en las raíces más profundas del Carnaval y bajo su busto, figura la letra de un tango que durará por la eternidad y que se ha convertido en unos de los himnos no oficiales de la ciudad de Cádiz: Los duros antiguos.

Este tango relata la situación vivida en este tramo de playa en 1904 cuando un pescador gaditano apodado “Malos pelos” enterrando los despojos de atún en la Playa de la Victoria encuentra en la arena una gran cantidad de monedas de plata o columbarios que presentaban por una de sus caras dos columnas entrelazadas, símbolo representativo de las columnas de Hércules. Y el desmedido afán de muchos gaditanos que buscando un alivio a su precaria situación económica dejarón allí: Con las uñas a muchos, vi yo escarbar, cuatros días seguidos, sin descansar, algunos pescaron más de ochenta duros, en cambio otros no vieron ni uno.


La residencia militar de Cortadura pone fin al Paseo Marítimo, nos desviamos dejando la residencia a nuestra derecha.

Y accedemos a la acera que nos llevará a un paso elevado en la Playa de La Cortadura que nos permitirá cruzar la autovía y las vías del tren.

Accedemos a la calle Prado del Rey que nos coloca a puertas del sendero "Cortadura-Torregorda".

Este sendero discurre por el istmo que une San Fernando-Cádiz,  este istmo mide unos 3,5 kilómetros de largo, con una anchura media de 200 metros. A lo largo del istmo, flanqueados al oeste por playa característica atlántica con sistema dunar estable y por el este con las marismas de la bahía de Cádiz, discurren multitud de infraestructuras y servicios, entre los que se encuentran la autovía N-IV, la línea doble de ferrocarril Cádiz-Madrid, líneas eléctricas, conducciones de abastecimiento, colectores de pluviales, etcétera.

En este lugar y empujados por los vientos predominantes de levante, terminan todas las basuras y algas muertas que en algún momento flotaron por las aguas de la bahía y con toda razón del mundo es conocido comos Las Cochineras.

A la altura de la Asociación de Pescadores de Santibañez o incluso formando parte de sus instalaciones, se encuentra el conocido como Enclave Defensivo de Santibañez.

Como Enclave Defensivo de Santibáñez se considera el conjunto formado por el molino de mareas de Santibáñez (llamado también, según la época y la fuente que se consulte, del Arrierillo, de La Roqueta, de Larraque o de La Merced) fortificado a principios del siglo XIX, la explanada colindante, en la que se localizaron un barracón para alojamiento de la tropa y un embarcadero, y otros edificios levantados también a principios del siglo XIX que se ubican muy cerca de este núcleo (en el lugar llamado El Almendril): un cuerpo de guardia y un almacén de pólvora y repuestos.



Una vista aérea nos permite hacernos una idea del lugar.


Las siguientes imágenes son de la visita que hicimos al enclave en noviembre de 2014.

Restos del antiguo embarcadero.

En el molino de Santibáñez, al igual que ocurrió con el cercano molino de mareas del Río Arillo o con otro tipo de construcciones (casas salineras, ventas), las fuerzas constitucionales hacen uso del edificio ya existente, de gran interés táctico por su situación, lo fortifican y se les dota de artillería, con la salvedad de que en este caso las piezas no se instalan en el terrado del edificio principal para ganar altura, sino que se apostan, por su privilegiada posición adelantada, en la explanada colindante que se acondiciona a tal efecto.


Esta posición no sólo estaba especialmente protegida al encontrarse al fondo de la bahía, en el extremo opuesto y más distante de las posiciones francesas del Trocadero (y fuera de su alcance, por tanto) sino que a la vez domina la ensenada de Santibáñez, y además dispone de un pozo a escasos metros. Este pozo que nos ocupa, hoy día aún tiene aguas dulce.

Allí en la otra punta y señalado en rosa, el lugar dónde se encuentra el Caño del Trocadero, lugar donde se encontraban apostadas las tropas francesas, cerca del lugar está el conocido como Fuerte de San Luis, del que hablaremos en otro momento.
Hoy día este tranquilo lugar es ocupado por algunas barquitas de pesca de la asociación de pescadores.

Para terminar el recorrido solo nos queda pillar este paso elevado que nos deja en el punto de partida.

Podéis descargaros el track, clicando en la siguiente imagen:
https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/de-torregorda-a-santa-maria-mar-cadiz-12oct2019-42578407
 
Y ya sabéis, búscanos donde haya un sendero, una montaña, un árbol, donde un humilde musgo espere paciente el deshielo, búscanos donde el buitre leonado se siente invencible o donde la pequeña Langeii desparrame su perfume, búscanos y si nos encuentras, será un placer saludaros.

2 comentarios:

  1. Me he encantado el reportaje,muy esclarecedor del recorrido y de la historia.
    No soy gaditana pero llevo muchísimos años recorriendo todas esas playas....

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Gracias por tu visita.