Saliendo desde el Barrio Alto de Monachil, este sendero nos llevará al Cerro de la Encina, dónde se ubica un yacimiento arqueológico que probablemente sea uno de los más importantes de Europa en relación a la cultura Argárica, continuaremos por el Cerro de la Cruz, visitando la Cruz de Monachil, una inmensa cruz de madera que domina toda la zona, cambiaremos de monte y continuaremos por las Lomas del Barro, cruzaremos su barranco y por una magnífica cornisa en la ladera del Peñón del Grajo, volveremos al punto de partida.
Esta foto retomada del sendero de las Acequias, nos servirá para hacernos una idea del recorrido. El Cerro de la Encina se encuentra por detrás del Cerro de la Cruz, marcado en rosa, y desde allí iremos pasando por el resto de las elevaciones, todo el trayecto se hace por la margen derecha del Río Monachil.
Esta foto retomada del sendero de las Acequias, nos servirá para hacernos una idea del recorrido. El Cerro de la Encina se encuentra por detrás del Cerro de la Cruz, marcado en rosa, y desde allí iremos pasando por el resto de las elevaciones, todo el trayecto se hace por la margen derecha del Río Monachil.
Dejamos el coche en: 37°07.851'N - 3°32.174'W
Distancia: 4,91 kilómetros.
Tiempo: 2 horas 21 minutos.
Dificultad: Fácil.
Rápidamente tenemos la primera imagen del Cerro de la Cruz, que pronto visitaremos.
Hemos subido a la Calle Cuevas y vuelve a sorprendernos las casas cueva que vemos. Este primer tramo es el mismo que hicimos en el Sendero de las Acequias, pero en sentido inverso.
Cuando se construye en montes muy empinados suele pasar que nos falta sitio para las calles y hay que fabricarlas, y es lo que pasa en la Calle Cascajares.
Nos hemos incorporado a la Calle Albaricoque.
Y tenemos el primer contacto con la acequia del Albaricoque. El agua de esta acequia es captada justo entre los dos puentes de Monachil Barrio y discurre bajo la calle Albaricoque hasta salir en este punto, a media altura, continuando por la ladera del Cerro de la Encina hasta llegar al Cortijo de los Olivares.
En el cortijo se divide en dos: un ramal que siguen llamándose Albaricoque y el otro, la Acecolilla.
Antes de esta subramificación, pasa por los molinos de las Provincias y San Pedro.
Nueva vista del Molino de las Provincias tras subir unos metros por el camino.
Un puente de madera de construcción simple nos introduce en la parte baja del yacimiento arqueológico del Cerro de la Encina.
El Cerro de la Encina está situado en una colina aterrazada por la mano del ser humano. La zona forma parte del mayor núcleo de población perteneciente a la cultura del Argar del sur de España. Siendo el principal asentamiento argárico del Valle de Monachil y la Vega de Granada. Hasta aquí hemos llegado por el tramo común de los senderos Cerro de la Encina y San Antón, nosotros continuaremos por el primero por lo que giraremos a la derecha y empezaremos a subir por la ladera del mismo.
La cultura Argárica es una manifestación de los poblados del sudeste de la Península Ibérica durante la Edad de Bronce. Ocuparon lo que hoy son las provincias de Almería y Murcia, así como parte de Granada, Jaen y Alicante.
Formaron una de las sociedades de mayor relevancia en la Europa del tercer y segundo milenio a.C. Su nombre tiene origen en el yacimiento de El Argar, en el municipio de Antas (Almería).
La cultura del Argar se caracterizaba por la existencia de poblados situados en áreas de difícil acceso y/o fortificados, casas de planta cuadrada construidas en piedra y adobe, enterramientos en cistas, tinajas o covachas bajo el suelo de las propias viviendas.
El asentamiento del Cerro de la Encina está datado entre el 1800 a 1300 a.C. y aquí podremos ver restos de muros de las casas y de fortificaciones.
La base de la economía argárica era campesina -agricultura y ganadería- complementada con la caza. El control del metal tuvo un importante papel, como fue característico en la Edad de Bronce. Trabajaron la cerámica que estaba presente en las casas para el almacenamiento, cocina y menaje, sin olvidar los vasos que se depositaban en los enterramientos conteniendo bebidas y comidas.
La primera estructura que encontramos es la más grande, se trata del llamado Bastión. Se trata de una estructura fortificada que ocupa la meseta central y se estima construido sobre el 1.800 a.C. sobre dos estructuras más antiguas que ocupaban el lugar. Su función tenía que ver con el control territorial, ya que domina visualmente, buena parte del entorno, pero también con el uso colectivo de un espacio de importancia comunal para el poblado. Cabe resaltar el gran número de huesos de caballo encontrados aquí, siendo el más alto de toda la prehistoria europea, lo que indica la importancia que tuvo la cría caballar en la economía del poblado.
Esquema de una casa tipo.
El cuerpo se acompaña de un ajuar de objetos personales y vasos de cerámica con ofrendas alimentarias. Los ajuares presentaban diferentes riquezas, reflejando seguramente las desigualdades sociales que en vida tuvieron los indivíduos, lo que nos habla de una sociedad jerarquizada.
Entre las estructuras encontradas en el interior de las viviendas, destacan: hogares, empedrados, bancos de piedras, contenedores de lajas de pizarra o esquisto y bancos de molienda, como el que hemos visto antes, los bancos eran de esquisto con la superficie ligeramente abarquillada sobre el que se deslizaba una mano de molino del mismo material o de cuarcita, triturando el grano que luego era vertido en contenedores de cerámica, colocado en su extremo.
La vida diaria transcurría entre labores agrícolas y de recolección, cuidado del ganado, ocasionales partidas de caza y el procesado y cocinado de los alimentos y diversas actividades artesanales, como el tallado y pulido de útiles de piedra y hueso, elaboración de cerámica, tejido y confección de ropas y cestas.
Entre los restos, se han encontrado vasijas y vasos de barro muy mal acabados, lo que a dado pié a la hipótesis de que tuvieran que tener que ver con actividades de imitación y aprendizaje por parte de los niños, lo que nos hablaría de tareas de formación, seguramente a cargo de las mujeres, a las que correspondía igualmente el grueso de los cuidados de la casa, enfermos y heridos.
Hacemos un lapsus en la reseña histórica para deleitarnos con las magníficas vistas que nos ofrece la Vega de Granada, desde aquí creemos distinguir, de izquierda a derecha: Ogijares, La Zubia, Cájar, Armilla, Huétor Vega y un poco de Granada capital.
Hemos salido de la zona donde se concentran los restos excavados y continuamos nuestro paseo hacia el Cerro de la Cruz. A lo lejos y a nuestra izquierda, parte de un núcleo habitado que creemos es Cenes de la Vega.
Desde allí se domina toda la Vega del Monachil.
Allí enfrente, en la ladera del Peñón del Grajo, vemos la vereda por la que debemos continuar el sendero.
Pero antes, debemos efectuar una fuerte bajada hacia las Lomas del Barro y cruzar su barranco.
Ya estamos en la cornisa del Peñón del Grajo, enfrente las Lomas del Barro y bien marcado, el camino recién pasado.
Desde la suave cornisa, vemos donde ha quedado la Cruz, el camino no reviste dificultad por lo que progresamos adecuadamente, ya sabéis algunos (PA), los más jóvenes ni papas.
Los llama la atención el cerro de enfrente, está cubierto de terrazas, en Lanjarón se llaman "balates", especifico Lanjarón porque no sé si esa denominación es más amplia, se denomina balate al muro de tierras realizado con piedras sin labrar, manejables por uno o dos hombres, colocadas unas sobre otras, acuñadas con piedras más pequeñas llamadas ripios, y generalmente en seco, sin mortero de ningún tipo. Los balates suelen tener cierto desplome hacia las tierras a contener y pueden alcanzar alturas hasta de cinco metros. Se trata de un tipo constructivo típico de las zonas de alta montaña, que se da en diversas culturas agrarias alrededor del mundo (Wikipedia).
Pero no son balates, se trata de una sierie de terrazas donde se asentaron los distintos tejares que, durante el transcurso del tiempo, desde la época musulmana, fueron ocupando ese terreno. De esa época esplendorosa solo subsisten dos, la cerámica artesa del Tejar de Blas y el Tejar de Pepico, de producción más industrial.
Como curiosidad señalar que todas las cerámicas que marcan los nombres del Barrio de Monachil, están elaborados en el Tejar de Blas.
Durante un tramo, el cómodo camino se vuelve más pedregoso, pero el desnivel no es imporante, así que no supone mayor dificultad.
Hemos llegado a un gran abrevadero. Desde este lugar, además de las terrazas ya comentadas, podemos ver, a nuestras espaldas, los vestigios de una antigua cantera de la que se abastecían los tejares y en las que se pueden encontrar fósiles marinos, de cuando esto era el fondo del Mar de Thetis. WP ABREVADERO.
La llegada a Monachil la hacemos a través de la Calle Telar Viejo, aquí nuevamente encontramos ejemplos de casas cueva, esta que vemos tiene la peculiaridad de que su ¿fachada? está encalada.
En una de las curvas de la bajada vemos una cerámica con el nombre de la calle. En ella podemos leer: Alfarería Blas Monachil.
Tras la pasar la Calle Tejar Viejo, accedemos a la Calle Real, y al final de ella encontramos una fuente con la que ponemos punto final a nuestro recorrido. El punto de partida está unos metros más abajo.
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