El Parque Natural de los Alcornocales recibe este nombre en base a la cantidad de alcornoques existentes, favorecidos principalmente por los suelos de arenisca, aunque tranquilamente podría llamarse Parque Natural del Agua, y es que la
abundancia de lluvias condiciona la existencia de una notable red de
ríos y arroyos, que vierten tanto al Mediterráneo como al Atlántico
provocando, en gran medida, la talla de unos de los paisajes más
extraordinarios de la Península Ibérica, los denominados canutos,
barrancos estrechos y profundos que se producen en los cursos altos de
los ríos y dan cobijo a un conjunto vegetal más que singular.
A esto hay que añadir la humedad proveniente de la costa, que se acumula formando bosques de niebla en sus canutos. En estas condiciones se conserva una flora muy singular, perteneciente a la Era Terciaria, la Laurisilva. Se caracteriza por plantas de hojas lisas y brillantes, que aprovechan la humedad y escasa luz que dejan pasar los árboles que bordean los canutos. Así, entre el aroma del laurel, la belleza del ojaranzo en flor, elegantes durillos y acebos, se caminará por esta especie de selva, en compañía de los sonidos del mirlo acuático, el hábil martín pescador y las currucas o pinzones, que se esconden entre los helechos. Y en estas fechas del canto de miles de chicharras que no pararán en todo el día.
Con un poco de suerte podréis ver una libélula singular, se trata de Macromia splendens endemismo del suroeste de Europa que se distribuye por la parte suroriental de Francia y por la Península Ibérica. En Andalucía cuenta con citas en los ríos Hozgarganta y Tavizna (Cádiz), en el arroyo de San Carlos del Tiradero y el arroyo del Raudal. Biogeográficamente se trata de una especie relicta de los odonatos que vivieron en los periodos glaciares del Pleistoceno, lo que explica que tenga una distribución muy fragmentada y circunscrita a unas cuantas localidades en las que se mantienen hábitats de calidad apropiados a los requerimientos específicos.
Una nueva salida de la pista nos pondrá de forma definitiva por las orillas del arroyo.
Desde hace rato caminamos por un tramo del GR-7, un cartel nos lo recuerda.
De pronto nos encontramos con lo que probablemente sea la imagen más plástica de todo el recorrido, una pared verde dónde encontramos flores de colores, las hojas rojas secas del abedul, y diferentes tonalidades ocres y pardas de los helechos a medio secar. Y como abeja atraída por el polen, allí se adosó otra bella flor.
Nos sentimos pequeños rodeados de tanta belleza.
En nuestro camino se cruza una angarilla que debemos traspasar.
Los conocidos como Molinos del Raudal son tres, el Molino del Raudal, el de Enmedio y el de la Molinilla, aunque solo podremos ver el Molino de Enmedio. A pesar de estar abandonado aún presenta un estado lo suficientemente presentable como para darnos una idea de su importancia.
Primero unas vistas generales. Como vemos, el edificio constaba de dos plantas, una dedicada a la zona de molienda y almacén y otra la vivienda del molinero.
También veremos todo un muestrario de viejas piedras de moler.
Y por la parte de atrás, el cao o atarjea, que era por dónde se canalizaba el agua hasta el rodezno.
Para entenderlo mejor, lo más fácil es seguir el camino del agua. Aunque es algo que no tienen todos los molinos harineros de agua, en este sí, y es la existencia de una especie de depósito profundo donde se acumulaba el agua para permitir un caudal constante hacia el circuito en periodos de menos lluvias.
Del depósito, el agua se conducía hasta el cao, una especie de acequia que siempre estaba situada más elevada que el resto de la instalación molinera y aprovechaba la fuerza de la gravedad para imprimir una presión adecuada al flujo de agua que permitiera mover las palas o rodezno. A veces el agua entraba en el cao directamente de una acequia que río arriba derivaba el agua hacia el molino, eran conocidas como acequias molinares.
En este caso, el cao se abre en dos ramales terminando cada uno de ellos en una especie de contenedor cilíndrico llamado cubo y que tenía por misión proveer al caudal de agua de la suficiente presión para mover el ingenio. Al tener dos cubos nos indica que este molino disponía de dos conjuntos molineros que podían trabajar al mismo tiempo.
Sorprende ver la perfección y precisión con que estaba tallado el aro superior, una gran piedra de una pieza y perfectamente circular tanto en su perímetro exterior como en el interior. Bajo ella y tapada por la vegetación existe un hueco por dónde caía el agua dentro del cubo.
Si la perfección de la talla sorprende en su parte superior, el resto de las porciones que forman el cubo tampoco es para menos. Aunque no se aprecia en la imagen, el hueco tiene forma cónica inversa, lo que hacía que el agua tomara más presión al continuar por un conducto más estrecho, y de ahí y con la presión adecuada, el agua actuaba sobre el rodezno, haciéndolo girar.
El mecanismo interior del molino no pudimos verlo, así que os pongo una imagen del sistema seguido. Una vez el agua actuaba sobre el rodezno, se evacuaba a través de un gran conducto llamado cárcavo. El movimiento circular del rodezno movía un eje y este a su vez, movía la piedra superior, conocida como volandera o rodadera. La piedra inferior permanecía inmóvil y de ahí su nombre de durmiente o solera. Por la tolva se echaba el grano a moler.
Imagen obtenida de: http://centrodelaguabermejales.es/aguaenlaetnografia/aguaenlaetnografia-index.htm
Ya por la parte delantera, vemos los dos arcos por dónde salía el agua del cárcavo (uno por cada dispositivo de molienda) y por dónde se reconducía nuevamente al río.
La nota de color la pone una colonia de culantrillos que crecen lozanos al amparo de la oscuridad y humedad reinantes bajo los túneles.
Desde dentro del cárcavo podemos ver el conducto por donde se evacuaba el agua una vez finalizado el circuito.
Desde la parte baja del cao, existe un canal que rodea la casa y que llega hasta la salida del cárcavo, probablemente fueran canales de desagüe del agua sobrante o de aliviadero de los cubos en momentos de altas precipitaciones. Aún se conservan unos contrafuertes que reforzaban las altas paredes del canal.
Aquí podemos ver la conducción por la parte delantera de la casa y su llegada hasta la poza del cárcavo.
En la poza del cárcavo y justo enfrente de los arcos está otro conducto subterráneo de evacuación que se dirige directamente al río y que pone fin al circuito hídrico.
PD. No sé como pude pasar por alto la posibilidad de introducirme en él y ver hasta dónde podría llegar, sobre todo teniendo en cuenta que siempre voy equipado por craneales de iluminación para imprevistos. No obstante, desaconsejo hacerlo, puede ser peligroso.
Volvemos al exterior de la edificación y examinamos algunas de las antiguas piedras de moler. Existe todo un muestrario de piedras diferentes, tanto volanderas como durmientes. En una de ellas podemos leer: La Ferté - Exposition - Extra.
La Ferté sous Jouarre es una población del distrito de Meaux (Ile de France), situada a unos 55 kilómetros de París y fue considerada como la capital mundial de las piedras de molino, además de exportar a toda Europa, también lo hizo a América incluso a Nueva Zelanda.
El sello de la casa que dice: Grande Société Meuliére Dupety Orsel & Cie de La Ferté sous Jouarre (France).
Sorprende que junto a piedras de máxima calidad también fuesen utilizadas otras más económicas, como esta piedra de caliza oscura de las conocidas como "Jabalunas". Nombre que deriva del color oscuro que toman cuando están mojadas, similar a la piel del jabalí.
Salimos de este viaje en el tiempo que nos ha deparado la visita al molino harinero de Enmedio y nos encontramos una baliza, que además de indicarnos que caminamos por el GR-7, nos marca que esa vereda no tiene continuación. Hay que cruzar a la otra orilla.
Tras una breve inspección ocular decidimos retroceder un poco y hacerlo por un paso preparado, que con más caudal de agua, pues no sería tan cómodo atravesar. WP CRUCE.
Este tramo del GR-7 se aparta ligeramente del cauce, así que buscamos alguna bajada que nos permita continuar más cerca del agua.
Y de nuevo volvemos a la selva amazónica. A estas horas las chicharras están desatadas, el ruido es casi ensordecedor, sin dudas, están contentas.
Las pozas aparecen sin cesar, es increible que con la poca agua caida este año y que estamos en agosto, este pequeño arroyo mantenga tanto caudal.
A partir de esta zona, la cartografía nos indica que el arroyo cambia de nombre y pasa a denominarse Arroyo del Tiradero.
En algunos momentos se hace difícil continuar por los márgenes, pero poco a poco nos abrimos paso.
Cambió el nombre del arroyo pero no ha cambiado su modelo, sigue el "punto raya" de tramos estrechos y poco profundos alternados con anchas y profundas pozas.
Por aquí vemos una muestra de lo importante que son las raíces de los árboles en la fijación del suelo. La erosión se detiene justo en las zonas por donde las raíces pasan, aflorando éstas y deteniendo la acción erosiva del agua.
En el margen izquierdo vemos una especie de rampa y unos postes de hierro con agujeros, probablemente pasa paso de cables o cuerdas, por aquí debió existir un viejo paso para cruzar el rio. Cruzamos el cauce y progresamos por la rampa y llegamos a las inmediaciones del Molino y Cortijo de la Molinilla, pero la espesa vegetación y una alambrada nos impiden acercarnos y tomar fotos.
Casi enfrente de este paso pero por la orilla por la que circulamos, la vereda gira a la derecha y una angarilla nos abre paso al paraje de El Corchadillo, sabemos que por aquí existen tumbas antopomorfas incluso una cueva con pinturas rupestres así que investigaremos un poco. Este tramo es de ida y vuelta por lo que por aquí retornaremos nuestro intento de seguir progresando por el cauce.
Numerosos hitos, aunque de manera inconexa nos van marcando muchas posibles rutas, pero no sabemos a dónde nos llevarán, aunque sabemos que por aquí también discurre el GR-7 pero si en algún momento existió marcas, hoy día han desaparecido, así que seguimos por libre.
Como telón de fondo tenemos la Loma de Juan Vivas, perteneciente a la Sierra del Niño.
Y más a la derecha, los cerros de Las Cuevas y Piruétano, por donde se encuentra el Conjunto Rupestre de Bacinete (visitado en noviembre de 2016).
Y la prueba de que por aquí pasa el GR-7, una pequeña marca de pintura en una gran roca, nos lo indica.
Tras perder bastante tiempo por la zona, solo pudimos encontrar una tumba antropomorfa. WP TUMBA.
Y también, los dichosos plásticos, sin dudas esto es un cáncer.
De vuelta al cauce intentamos seguir progresando pero breves metros después no vemos por dónde continuar, así que hasta aquí llegamos. El primer baño lo hacemos en una pequeña poza con infinidad de peces que no supe clasificar.
También se dejó fotografíar un galápago leproso hembra.
No hay que olvidar que en algunas pozas la profundidad puede llegar a los dos metros, así que niños y personas que no sepan nadar deberían evitar meterse en ellas, máxime cuándo en algunas zonas existen en el fondo gran cantidad de ramas que pueden provocar heridas incluso atrapamientos.
A esto hay que añadir la humedad proveniente de la costa, que se acumula formando bosques de niebla en sus canutos. En estas condiciones se conserva una flora muy singular, perteneciente a la Era Terciaria, la Laurisilva. Se caracteriza por plantas de hojas lisas y brillantes, que aprovechan la humedad y escasa luz que dejan pasar los árboles que bordean los canutos. Así, entre el aroma del laurel, la belleza del ojaranzo en flor, elegantes durillos y acebos, se caminará por esta especie de selva, en compañía de los sonidos del mirlo acuático, el hábil martín pescador y las currucas o pinzones, que se esconden entre los helechos. Y en estas fechas del canto de miles de chicharras que no pararán en todo el día.
Hoy visitaremos el Arroyo del Raudal, un rincón oculto y desconocido en lo más recóndito del parque y dónde sentiremos el latido de la naturaleza en su forma más primigenia, aprovechando la ruta para también ver unas tumbas antropomorfas existentes en el paraje de El Corchadillo, que será hasta dónde se extiende nuestro recorrido.
Mención especial conlleva la visita a una de las instalaciones antiguas más
relacionadas con la etnocultura del agua, hablo de los molinos
harineros. A mitad de recorrido encontraremos el Molino de Enmedio que a pesar de su estado casi ruinoso y a través de su infraestructura, nos permitirá conocer unos de los procedimientos más antiguos para el procesado del grano.
Y como es verano, hace mucha calor y además la distancia es corta, pues dispondremos de todo el tiempo del mundo para darnos todos los baños que nos apetezcan, eso sí, no esperéis aguas cristalinas, aquí las aguas son oscuras debido al alto contenido de taninos y ácidos húmicos disueltos en ellas.
Esto es básicamente lo que veremos en este sendero, uno de estos canutos dónde apenas entra el sol y dónde el agua y toda la vegetación y fauna característica que origina o acoge, son los auténticos protagonistas y las huellas dejadas por el hombre en pos de su supervivencia.
Esto es básicamente lo que veremos en este sendero, uno de estos canutos dónde apenas entra el sol y dónde el agua y toda la vegetación y fauna característica que origina o acoge, son los auténticos protagonistas y las huellas dejadas por el hombre en pos de su supervivencia.
Dejamos el coche en: 36º11.719'N - 5º31.366'W.
Distancia: 9,34 kilómetros.
Tiempo: 5 horas 55 minutos.
Dificultad: Fácil.
Dejamos el coche en el Cordel del Jaramillo a Tarifa, justo dónde se une con el Corredor Verde dos Bahías. Nuestro carril es el de la derecha.
El Corredor Verde comienza en el Atlántico en el Parque Natural Bahía de Cádiz y atraviesa todo el parque de Los Alcornocales, terminando en las Marismas del río Palmones, aunque a nosotros el que nos interesa es el Cordel del Jaramillo.
Solo empezar y ya vemos lo que se ha convertido en una auténtica vergüenza, las cintas plásticas marcando el recorrido de algún evento deportivo. Y las autoridades competentes siguen sin querer tomar cartas en el asunto y obligar a los organizadores a quitar todos estos plásticos de señalización, una vez finalizado el evento.
A nuestro frente, los cerros de los Castillejos y el del Piruétano.
Sabemos que llevamos el cauce del Arroyo del Raudal justo a nuestra derecha, así que aprovechamos cualquier oportunidad que nos permita acercarnos al cauce y si es posible, caminar junto a él.
Este vereda discurre por un cerrado y fresco bosque y sotobosque que nos alivian del calor de agosto. Esta vegetación que puebla las orillas de los ríos y arroyos se llama vegetación "Riparia" o de "Ribera" y constituye uno de los ecosistemas más importantes del parque natural: los bosques de galería.
Si la densa vegetación nos podría inducir a pensar que estamos en el Amazonas, el lío será total cuando veamos el color del agua de este arroyo, son conocidas como "aguas negras", tienen un color rojizo oscuro que ennegrece con la profundidad y es debido al alto porcentaje de material orgánico en descomposición que hace que la proporción de taninos disueltos, sea más que evidente, dando una impresión de poca salubridad, pero todo lo contrario. Así que si el rio Amazonas tiene un afluente llamado Río Negro, nosotros tenemos nuestro Arroyo del Raudal, influenciado por las mismas características físicas de color y acidez.
En este tipo de biotopo la vegetación se distribuye según la proximidad al agua, más al interior vemos alisos y sauces, en la zona intermedia: chopos, olmos y fresnos, así como abundantes zarzas y parras silvestres que se encaraman por los troncos en busca de la ansiada luz.
Estas incursiones que vamos haciendo a las proximidades del cauce nos permitirán elegir algún buen lugar para darnos el ansiado baño y reponer fuerzas, y esta poza parece que reúne las condiciones idóneas.
Y además dispone de unos zona informativa con bancos a la sombra por lo que decidimos que este será el punto de avituallamiento que haremos al regreso.
El Corredor Verde comienza en el Atlántico en el Parque Natural Bahía de Cádiz y atraviesa todo el parque de Los Alcornocales, terminando en las Marismas del río Palmones, aunque a nosotros el que nos interesa es el Cordel del Jaramillo.
Solo empezar y ya vemos lo que se ha convertido en una auténtica vergüenza, las cintas plásticas marcando el recorrido de algún evento deportivo. Y las autoridades competentes siguen sin querer tomar cartas en el asunto y obligar a los organizadores a quitar todos estos plásticos de señalización, una vez finalizado el evento.
A nuestro frente, los cerros de los Castillejos y el del Piruétano.
Sabemos que llevamos el cauce del Arroyo del Raudal justo a nuestra derecha, así que aprovechamos cualquier oportunidad que nos permita acercarnos al cauce y si es posible, caminar junto a él.
Este vereda discurre por un cerrado y fresco bosque y sotobosque que nos alivian del calor de agosto. Esta vegetación que puebla las orillas de los ríos y arroyos se llama vegetación "Riparia" o de "Ribera" y constituye uno de los ecosistemas más importantes del parque natural: los bosques de galería.
Si la densa vegetación nos podría inducir a pensar que estamos en el Amazonas, el lío será total cuando veamos el color del agua de este arroyo, son conocidas como "aguas negras", tienen un color rojizo oscuro que ennegrece con la profundidad y es debido al alto porcentaje de material orgánico en descomposición que hace que la proporción de taninos disueltos, sea más que evidente, dando una impresión de poca salubridad, pero todo lo contrario. Así que si el rio Amazonas tiene un afluente llamado Río Negro, nosotros tenemos nuestro Arroyo del Raudal, influenciado por las mismas características físicas de color y acidez.
En este tipo de biotopo la vegetación se distribuye según la proximidad al agua, más al interior vemos alisos y sauces, en la zona intermedia: chopos, olmos y fresnos, así como abundantes zarzas y parras silvestres que se encaraman por los troncos en busca de la ansiada luz.
Estas incursiones que vamos haciendo a las proximidades del cauce nos permitirán elegir algún buen lugar para darnos el ansiado baño y reponer fuerzas, y esta poza parece que reúne las condiciones idóneas.
Y además dispone de unos zona informativa con bancos a la sombra por lo que decidimos que este será el punto de avituallamiento que haremos al regreso.
Con un poco de suerte podréis ver una libélula singular, se trata de Macromia splendens endemismo del suroeste de Europa que se distribuye por la parte suroriental de Francia y por la Península Ibérica. En Andalucía cuenta con citas en los ríos Hozgarganta y Tavizna (Cádiz), en el arroyo de San Carlos del Tiradero y el arroyo del Raudal. Biogeográficamente se trata de una especie relicta de los odonatos que vivieron en los periodos glaciares del Pleistoceno, lo que explica que tenga una distribución muy fragmentada y circunscrita a unas cuantas localidades en las que se mantienen hábitats de calidad apropiados a los requerimientos específicos.
Imagen obtenida de: https://www.especiesprotegidas.es/macromia.html
Desde hace rato caminamos por un tramo del GR-7, un cartel nos lo recuerda.
De pronto nos encontramos con lo que probablemente sea la imagen más plástica de todo el recorrido, una pared verde dónde encontramos flores de colores, las hojas rojas secas del abedul, y diferentes tonalidades ocres y pardas de los helechos a medio secar. Y como abeja atraída por el polen, allí se adosó otra bella flor.
Nos sentimos pequeños rodeados de tanta belleza.
En nuestro camino se cruza una angarilla que debemos traspasar.
Los conocidos como Molinos del Raudal son tres, el Molino del Raudal, el de Enmedio y el de la Molinilla, aunque solo podremos ver el Molino de Enmedio. A pesar de estar abandonado aún presenta un estado lo suficientemente presentable como para darnos una idea de su importancia.
Primero unas vistas generales. Como vemos, el edificio constaba de dos plantas, una dedicada a la zona de molienda y almacén y otra la vivienda del molinero.
También veremos todo un muestrario de viejas piedras de moler.
Y por la parte de atrás, el cao o atarjea, que era por dónde se canalizaba el agua hasta el rodezno.
Para entenderlo mejor, lo más fácil es seguir el camino del agua. Aunque es algo que no tienen todos los molinos harineros de agua, en este sí, y es la existencia de una especie de depósito profundo donde se acumulaba el agua para permitir un caudal constante hacia el circuito en periodos de menos lluvias.
Del depósito, el agua se conducía hasta el cao, una especie de acequia que siempre estaba situada más elevada que el resto de la instalación molinera y aprovechaba la fuerza de la gravedad para imprimir una presión adecuada al flujo de agua que permitiera mover las palas o rodezno. A veces el agua entraba en el cao directamente de una acequia que río arriba derivaba el agua hacia el molino, eran conocidas como acequias molinares.
En este caso, el cao se abre en dos ramales terminando cada uno de ellos en una especie de contenedor cilíndrico llamado cubo y que tenía por misión proveer al caudal de agua de la suficiente presión para mover el ingenio. Al tener dos cubos nos indica que este molino disponía de dos conjuntos molineros que podían trabajar al mismo tiempo.
Sorprende ver la perfección y precisión con que estaba tallado el aro superior, una gran piedra de una pieza y perfectamente circular tanto en su perímetro exterior como en el interior. Bajo ella y tapada por la vegetación existe un hueco por dónde caía el agua dentro del cubo.
Si la perfección de la talla sorprende en su parte superior, el resto de las porciones que forman el cubo tampoco es para menos. Aunque no se aprecia en la imagen, el hueco tiene forma cónica inversa, lo que hacía que el agua tomara más presión al continuar por un conducto más estrecho, y de ahí y con la presión adecuada, el agua actuaba sobre el rodezno, haciéndolo girar.
El mecanismo interior del molino no pudimos verlo, así que os pongo una imagen del sistema seguido. Una vez el agua actuaba sobre el rodezno, se evacuaba a través de un gran conducto llamado cárcavo. El movimiento circular del rodezno movía un eje y este a su vez, movía la piedra superior, conocida como volandera o rodadera. La piedra inferior permanecía inmóvil y de ahí su nombre de durmiente o solera. Por la tolva se echaba el grano a moler.
Ya por la parte delantera, vemos los dos arcos por dónde salía el agua del cárcavo (uno por cada dispositivo de molienda) y por dónde se reconducía nuevamente al río.
La nota de color la pone una colonia de culantrillos que crecen lozanos al amparo de la oscuridad y humedad reinantes bajo los túneles.
Desde dentro del cárcavo podemos ver el conducto por donde se evacuaba el agua una vez finalizado el circuito.
Desde la parte baja del cao, existe un canal que rodea la casa y que llega hasta la salida del cárcavo, probablemente fueran canales de desagüe del agua sobrante o de aliviadero de los cubos en momentos de altas precipitaciones. Aún se conservan unos contrafuertes que reforzaban las altas paredes del canal.
Aquí podemos ver la conducción por la parte delantera de la casa y su llegada hasta la poza del cárcavo.
En la poza del cárcavo y justo enfrente de los arcos está otro conducto subterráneo de evacuación que se dirige directamente al río y que pone fin al circuito hídrico.
PD. No sé como pude pasar por alto la posibilidad de introducirme en él y ver hasta dónde podría llegar, sobre todo teniendo en cuenta que siempre voy equipado por craneales de iluminación para imprevistos. No obstante, desaconsejo hacerlo, puede ser peligroso.
Volvemos al exterior de la edificación y examinamos algunas de las antiguas piedras de moler. Existe todo un muestrario de piedras diferentes, tanto volanderas como durmientes. En una de ellas podemos leer: La Ferté - Exposition - Extra.
La Ferté sous Jouarre es una población del distrito de Meaux (Ile de France), situada a unos 55 kilómetros de París y fue considerada como la capital mundial de las piedras de molino, además de exportar a toda Europa, también lo hizo a América incluso a Nueva Zelanda.
Estas piedras, además de por su calidad, se caracterizaban por tener sus cantos protegidos por aros metálicos.
El sello de la casa que dice: Grande Société Meuliére Dupety Orsel & Cie de La Ferté sous Jouarre (France).
Sorprende que junto a piedras de máxima calidad también fuesen utilizadas otras más económicas, como esta piedra de caliza oscura de las conocidas como "Jabalunas". Nombre que deriva del color oscuro que toman cuando están mojadas, similar a la piel del jabalí.
Quién sabe si ese ejemplar salió de esta cuna. Es una imagen obtenida en la Peña Arpada (visitada en diciembre de 2018), término municipal de Alcala de los Gazules y distante de aquí solo unos 40 kilómetros. Por color y tamaño bien podría haber salido de aquí.
Salimos de este viaje en el tiempo que nos ha deparado la visita al molino harinero de Enmedio y nos encontramos una baliza, que además de indicarnos que caminamos por el GR-7, nos marca que esa vereda no tiene continuación. Hay que cruzar a la otra orilla.
Tras una breve inspección ocular decidimos retroceder un poco y hacerlo por un paso preparado, que con más caudal de agua, pues no sería tan cómodo atravesar. WP CRUCE.
Este tramo del GR-7 se aparta ligeramente del cauce, así que buscamos alguna bajada que nos permita continuar más cerca del agua.
Y de nuevo volvemos a la selva amazónica. A estas horas las chicharras están desatadas, el ruido es casi ensordecedor, sin dudas, están contentas.
Las pozas aparecen sin cesar, es increible que con la poca agua caida este año y que estamos en agosto, este pequeño arroyo mantenga tanto caudal.
A partir de esta zona, la cartografía nos indica que el arroyo cambia de nombre y pasa a denominarse Arroyo del Tiradero.
En algunos momentos se hace difícil continuar por los márgenes, pero poco a poco nos abrimos paso.
Cambió el nombre del arroyo pero no ha cambiado su modelo, sigue el "punto raya" de tramos estrechos y poco profundos alternados con anchas y profundas pozas.
Por aquí vemos una muestra de lo importante que son las raíces de los árboles en la fijación del suelo. La erosión se detiene justo en las zonas por donde las raíces pasan, aflorando éstas y deteniendo la acción erosiva del agua.
En el margen izquierdo vemos una especie de rampa y unos postes de hierro con agujeros, probablemente pasa paso de cables o cuerdas, por aquí debió existir un viejo paso para cruzar el rio. Cruzamos el cauce y progresamos por la rampa y llegamos a las inmediaciones del Molino y Cortijo de la Molinilla, pero la espesa vegetación y una alambrada nos impiden acercarnos y tomar fotos.
Casi enfrente de este paso pero por la orilla por la que circulamos, la vereda gira a la derecha y una angarilla nos abre paso al paraje de El Corchadillo, sabemos que por aquí existen tumbas antopomorfas incluso una cueva con pinturas rupestres así que investigaremos un poco. Este tramo es de ida y vuelta por lo que por aquí retornaremos nuestro intento de seguir progresando por el cauce.
Numerosos hitos, aunque de manera inconexa nos van marcando muchas posibles rutas, pero no sabemos a dónde nos llevarán, aunque sabemos que por aquí también discurre el GR-7 pero si en algún momento existió marcas, hoy día han desaparecido, así que seguimos por libre.
Como telón de fondo tenemos la Loma de Juan Vivas, perteneciente a la Sierra del Niño.
Y más a la derecha, los cerros de Las Cuevas y Piruétano, por donde se encuentra el Conjunto Rupestre de Bacinete (visitado en noviembre de 2016).
Y la prueba de que por aquí pasa el GR-7, una pequeña marca de pintura en una gran roca, nos lo indica.
Tras perder bastante tiempo por la zona, solo pudimos encontrar una tumba antropomorfa. WP TUMBA.
Y también, los dichosos plásticos, sin dudas esto es un cáncer.
De vuelta al cauce intentamos seguir progresando pero breves metros después no vemos por dónde continuar, así que hasta aquí llegamos. El primer baño lo hacemos en una pequeña poza con infinidad de peces que no supe clasificar.
También se dejó fotografíar un galápago leproso hembra.
Como acabó la fase explorativa, empezamos la "disfrutativa", ¡al agua pato!.
No hay que olvidar que en algunas pozas la profundidad puede llegar a los dos metros, así que niños y personas que no sepan nadar deberían evitar meterse en ellas, máxime cuándo en algunas zonas existen en el fondo gran cantidad de ramas que pueden provocar heridas incluso atrapamientos.
Y ya sabéis, búscanos donde haya un sendero, una
montaña, un árbol,
donde un humilde musgo espere paciente el deshielo, búscanos donde el
buitre
leonado se siente invencible o donde la pequeña Langeii desparrame su
perfume, búscanos y si nos encuentras, será un placer saludaros.
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