miércoles, 22 de junio de 2016

PALACIO DE LA ALJAFERÍA (ZARAGOZA) (31 MAY 2016)

El Palacio de la Aljafería es uno de los monumentos más emblemáticos de Aragón. Reconocido internacionalmente por sus valores artísticos, este conjunto también destaca por haber sido uno de los escenarios clave en la historia y en la vida política de esta Comunidad Autónoma.
La edificación más antigua que hoy se conserva del conjunto es la Torre del Trovador, cuyos pisos inferiores datan del siglo IX y que fue integrada en el palacio musulmán levantado en el siglo XI por los Banu Hud, monarcas de la Taifa zaragozana. Este palacio es considerado en la actualidad como una de las cimas del arte hispanomusulmán. Tipológicamente, el conjunto se inspiró en los palacios omeyas del desierto del siglo VIII, rodeándose por un recinto amurallado de planta cuadrada con lienzos reforzados mediante torreones semicirculares. En el interior, el eje central en dirección Norte-Sur, alberga las construcciones residenciales del palacio taifal, de gran belleza ornamental. Allí se localiza el patio de Santa Isabel, de planta rectangular, a cielo abierto, con albercas en sus lados cortos y un pórtico que lo rodea precediendo las estancias. En el lado Norte se disponen los espacios más relevantes, como son el Salón de los Mármoles o Salón del Trono
La construcción del palacio de la Aljafería fue ordenada por Abú Ya´far Ahmad ibn Sulaymán al-Muqtadir Billah, conocido por su título honorífico de Al-Muqtadir, el poderoso, segundo monarca de la dinastía de los Banu Hud, como símbolo del poder alcanzado por la Taifa de Zaragoza en la segunda mitad del siglo XI. El rey en persona llamó a su palacio Qasr al-Surur, Palacio de la Alegría, y a la sala del trono que él presidía en recepciones y embajadas, Maylis al-Dahab, Salón Dorado. Es el único testimonio conservado de un gran edificio de la arquitectura islámica hispana de la época de las Taifas.

Su uso fue evolucionando con el paso de los años siendo remodelado, redistribuido y aumentada sus estancias según las necesidades del momento por lo que contiene en su interior numerosas estancias que corresponden a diversas épocas y manifestaciones artísticas: alcázar islámico hudí, palacio medieval mudéjar, palacio de los Reyes Católicos, cárceles de La Inquisición, cuartel militar y sede de las Cortes de Aragón.
Dejamos el coche en: 41º39.439'N - 0º53.941'W, explanada  en uno de los laterales del palacio.

La entrada al palacio la efectuamos por ese puente que permite sobrepasar el amplio foso que lo rodea. Antes de nada y para hacernos una idea global damos una vuelta exterior al palacio.

Vista desde otro ángulo. Aunque veáis muchos coches aparcados en las cercanías, son aparcamientos reservados para el personal que trabaja allí.



La torre más alta, esa que vemos a la derecha es la Torre del Trovador. Es la edificación más antigua de la Aljafería, torre defensiva, de planta cuadrangular y cinco pisos que data del siglo IX-X, en el periodo gobernado por el primer Tuyibí, Muhammad Alanqar, que fue nombrado por Muhammad I, emir independiente de Córdoba.

Su función en dichos siglos era la de torre vigía y bastión defensivo. Estaba rodeada por un foso. Fue integrada después por los Banu Hud en la construcción del castillo-palacio de la Aljafería. A partir de la conquista cristiana, siguió usándose como torre del homenaje y en 1486 se convirtió en prisión de La Inquisición. Como torre-prisión se usó también en los siglos XVIII y XIX, como demuestran los numerosos graffiti inscritos allí por los reos.

Se llama "del trovador" a partir de un drama de Antonio García Gutierrez que Guiseppe Verdi transformó en ópera en 1.853.

Lo primero que encontramos es el conocido como Patio de San Martín. Llamado así por ubicarse en uno de sus laterales la iglesia de San Martín aprovechando los lienzos del ángulo noroeste de la muralla, hasta el punto de que se usó uno de sus torreones como sacristía y dio nombre al patio que da acceso al recinto taifal.
De estilo gótico-mudéjar, consta de dos naves de tres tramos cada una, en origen orientadas al este y apoyadas en dos pilares con semicolumnas adosadas en la mitad de las caras del pilar que albergan el escudo de armas del rey de Aragón que es ya de la primera década del siglo XV.

Las bóvedas de estas naves, de crucería simple, se alojan sobre arcos apuntados, en tanto que los diagonales son de medio punto. En los vértices de las bóvedas aparecen florones con los escudos de armas de la monarquía aragonesa. De su decoración solo se conservan fragmentos del recubrimiento pictórico y unos arcos inspirados en el palacio musulmán.
Resalta en el exterior la portada mudéjar de ladrillo referida con anterioridad, construida en tiempo de Martín I el Humano y abierta en el último tramo de la nave sur.

A través del patio anterior accedemos a lo que probablemente sea uno de los patios musulmanes más bonitos que podamos ver. Se trata del Patio de Santa Isabel, un espacio abierto y ajardinado en torno al cual se reunía todo el antiguo palacio taifal de lo que hoy es el palacio. Construido a cielo abierto y con dos albercas en sus extremos, su estructura gira alrededor de un patio rectangular.
Toma su nombre en honor a la infanta Isabel de Aragón y Sicilia, nacida allí y venerada como Santa por la Iglesia Católica. Hija del rey Pedro III el Grande se convirtió en reina consorte de Portugal por su matrimonio con Dionisio I el Labrador y fue madre de Alfonso IV el Bravo.

La arcada que se contempla mirando hacia el pórtico sur está restaurada mediante el vaciado de los arcos originales que están depositados en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid y en el Museo de Zaragoza. Suponen el mayor atrevimiento y distancia por su innovación con respecto a los modelos califales de las arquerías del lado norte.
Estas que vemos forman parte del triple acceso al Salón Dorado también conocido como el Salón de Mármoles y era la principal estancia del Palacio.


En el extremo oriental del pórtico de entrada al Salón Dorado, se encuentra una pequeña mezquita u oratorio privado para uso del monarca y sus cortesanos. A ella se accede a través de una portada que acaba en un arco de herradura inspirado en la Mezquita de Córdoba pero con salmeres en forma de S, una novedad que imitará el arte almorávide y nazarí.

Se ha conservado la alberca original del sur, mientras que la del frente septentrional, del siglo XIV, se ha cubierto con un suelo de madera. La restauración intentó dar al patio el esplendor original, y para ello se dispuso una solería de placas de mármol en los pasillos que rodean al jardín de naranjos y flores.


Estamos ante la portada de época de Martín I el Humano. Nos abre paso a la iglesia de San Martín, aprovecha los lienzos del ángulo noroeste de la muralla, hasta el punto de que se usó uno de sus torreones como sacristía y dio nombre al patio que da acceso al recinto taifal. Dicha capilla consta de dos naves de tres tramos de bóveda de crucería y gracias a la aparición de restos de policromía en sus muros podemos saber que estuvo cubierta de pinturas.

A comienzos de 1486 la zona del Patio de San Martín se destina a sede del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición y se habilitan dependencias aledañas al patio para alojar a los oficiales de este organismo. Es probable que sea este el origen del uso como prisión de la Torre del Trovador. Es por ello que Felipe II decidirá, más adelante, transformar el edificio en una ciudadela amurallada con foso intermedio, como se ha conservado hasta la actualidad. Si embargo, será en el siglo XVIII cuándo se convierta en cuartel militar para alojar tropas, debido a la Guerra de Sucesión, provocando profundos cambios en la disposición de las estancias.
Como torre-prisión se usó también en los siglos XVIII y XIX, como demuestran los numerosos graffitis inscritos allí por los presos.


En los últimos años del siglo XV los Reyes Católicos ordenan construir un palacio para uso real sobre el ala norte del recinto andalusí, configurando una segunda planta superpuesta a la del palacio existente. La edificación rompía las partes altas de las estancias taifales, donde se insertaron las vigas que sustentarían el nuevo palacio.
Las obras están fechadas entre 1488 y 1495 y en ellas siguieron participando maestros mudéjares, como Faraig y Mahoma de Gali, que, al igual que sucedió con Pedro IV (Yucef y Mohamat Bellito) mantuvieron la tradición de alarifes mudéjares en la Aljafería.
Al palacio se accede subiendo la escalera noble, una monumental construcción integrada por dos amplios tramos con pretiles de yeserías geométricas caladas iluminada por ventanales de medio punto decorados con hojas y tallos de raigambre gótica e influencias mudéjares, rematados en croché sobre la clave de los arcos.

Corredor de acceso a las salas nobles del Palacio de los Reyes Católicos. A la izquierda, portada de la entrada principal.

Destaca la portada principal de acceso al salón del trono: de arco rebajado trilobulado, guarnecido con un tímpano de cinco lóbulos, en cuyo centro aparece representado el escudo de la monarquía de los Reyes Católicos, en el que figuran los blasones de los reinos de Castilla, León, Aragón, Sicilia y Granada, sostenido por dos leones tenentes. El resto del campo decorativo se acaba con una delicada ornamentación vegetal de factura calada. Toda la portada está trabajada en yeso endurecido, que es el material predominante a cara vista en los interiores de la Aljafería, pues los artesanos mudéjares perpetúan los materiales y técnicas habituales en el Islam.

Una vez recorrido el espacio de la galería, se disponen varias salas que anteceden al gran Salón del Trono, que son denominadas «salas de los pasos perdidos». Se trata de tres pequeñas habitaciones de planta cuadrada comunicadas entre sí por grandes ventanales calados con celosías que dan al patio de San Martín, y que servían de antesalas de espera para quienes iban a ser recibidos en audiencia por los reyes.

El otro elemento destacable son sus excelsas techumbres estilo mudéjar-reyes católicos, constituidas por tres magníficos taujeles de carpinteros mudéjares aragoneses. Estos techos presentan retículas geométricas de madera posteriormente tallada, pintada y sobredorada con pan de oro, entre cuyas molduras ostentan los conocidos motivos heráldicos de los Reyes Católicos: el yugo, las flechas y el nudo gordiano unido al clásico lema «Tanto monta» así como un buen número de florones de hojarasca rematados con piñas pinjantes.

Más complejo y difícil de describir es la suntuosidad del techo que cubre el Salón del Trono. Sus dimensiones son muy considerables (20 metros de longitud por 8 de anchura) y su artesonado está sustentado por gruesas vigas y traviesas que se decoran con lacerías que en las intersecciones forman estrellas de ocho puntas, al tiempo que generan treinta grandes y profundos casetones cuadrados.
En el interior de estos casetones se inscriben octógonos con un florón central de hojarasca rizada que rematan en grandes piñas colgantes que simbolizan la fertilidad y la inmortalidad. Este techo se reflejaba en el suelo, que reproduce los treinta cuadrados con sus respectivos octógonos inscritos.

En el friso que rodea todo el perímetro del salón, aparece una leyenda de caligrafía gótica que reza:
Ferdinandus, Hispaniarum, Siciliae, Corsicae, Balearumque rex, principum optimus, prudens, strenuus, pius, constans, iustus, felix, et Helisabeth regina, religione et animi magnitudine supra mulierem, insigni coniuges, auxiliante Christo, victoriosissimi, post liberatam a mauris Bethycam, pulso veteri feroque hoste, hoc opus construendum curarunt, anno salutis MCCCCLXXXXII.
La traducción de esta inscripción es:
Fernando, rey de las Españas, Sicilia, Córcega y Baleares, el mejor de los príncipes, prudente, valeroso, piadoso, constante, justo, feliz, e Isabel, reina, superior a toda mujer por su piedad y grandeza de espíritu, insignes esposos victoriosísimos con la ayuda de Cristo, tras liberar Andalucía de moros, expulsado el antiguo y fiero enemigo, ordenaron construir esta obra el año de la Salvación de 1492.
También nos encontramos con un tapiz con el Escudo de Aragón. Dicho escudo atestiguado en su disposición más conocida en 1499, se compone de los cuatro cuarteles.
Tres de sus cuarteles gozan de antigüedad anterior.
El Árbol de Sobrarbe (primer cuartel) recuerda las luchas de los montañeses del Pirineo Aragonés Oriental.
La Cruz de Iñigo Arista trae al recuerdo las luchas de los montañeses del Pirineo Aragonés Occidental. Rememorando la vinculación de Aragón y Navarra.
La toma de Huesca en 1096 por Pedro I y por su hermano (futuro Alfonso I El Batallador) con la ayuda de San Jorge a caballo. Da lugar a la representación del tercer cuartel. Una cruz roja donde aparecen colocadas una a una las cabezas de cuatro reyezuelos.
El cuarto cuartel las Barras de Aragón. Cuatro palos de gules sobre campo de oro. Señal Real de los Reyes de Aragón.

Hoy día en el Palacio de la Aljafería se ubica la sede de las Cortes de Aragón.

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