Ruta que saliendo desde el Área Recreativa Llanos del Campo (Benamahoma), nos llevará a la cima del Cerro de las Cuevas, a través de parte del sendero del arroyo del Descansadero y El Tesorillo y continuando por el monte de las Encinas y el Valle de los Laureles, regresando al lugar de salida por la garganta del arroyo del Ahijadero y posteriormente Llanos del Berral. Consideramos que la mayor parte del recorrido tiene una dificultad moderada baja, pasa que el último tramo de la ascensión a la cima, sin sendero alguno y saltando entre piedras y grietas y sobre todo el principio de la bajada le dan un plus de dificultad al conjunto que debe ser tenido en cuenta y que aumentan dicha dificultad. Aunque la mayoría del camino está bien marcado o es muy intuitivo, aconsejo llevar gps con un track fiable (como este que os ofrezco ;)), sobre todo en la bajada es muy fácil despistarse y ya sabemos que "no todo el monte es orégano".
Sin dudas, esta ruta es uno de los secretos mejor guardados del Parque Natural de Grazalema, una auténtica maravilla que tenemos la obligación de conservar, hazla de forma que nunca se note que pasastes por allí.
Dejamos el coche en: 36º45.327'N - 5º27.189'W
Distancia: 8,81 kilómetros.
Tiempo: 6 horas 41 minutos.
Dificultad: Moderada alta.
El coche se queda aparcado en el Área Recreativa de Los Llanos del Campo, ubicada a unos tres kilómetros pasado Benamahoma. A estas horas de la mañana y con el día amenazando lluvia está vacía pero si el tiempo acompaña se llena de gente, así mejor dejar el coche algo afuera so pena de que te dejen encerrado.
Allí mismo tenemos el inicio del sendero.
Este primer tramo se desarrolla por el sendero del Arroyo del Descansadero que durante un rato lo llevaremos a nuestra izquierda.
Dejamos el Área Recreativa por otra puerta. WP PORTEZUEL.
A nuestra izquierda hemos llevado el arroyo del Descansero y seguido su ruta, pero nos desviamos a la derecha siguiendo un cartel que indica "Área Recreativa" y otro que marca "Sendero del Tesorillo".
A partir de aquí entramos en un mundo diferente, la humedad ambiental habitual dan un color verde selva al entorno que fácilmente podría confundirse con el cercano Parque Natural de Los Alcornocales, el verde esmeralda lo inunda todo. Nunca nos acostumbraremos, esto nos sigue maravillando.
Una vereda clara y amplia se abre paso cual cicatriz en la piel verde. A nuestra izquierda tenemos la Sierra del Pinar y la del Endrinal, pero las nubes bajas nos impiden disfrutar de ellas.
En algunos tramos encontramos restos de una especie de calzada empedrada, se trata del antiguo Cordel de Arcos a Grazalema. Aunque durante algunas horas no está previsto que llueva, de madrugada cayó agua a raudales y todo tiene un frescor, una humedad y un color exultantes, creo que no hay mejor que un sendero en estas condiciones (esta opinión cambiará al finalizar el recorrido, ya lo contaré).
Rápidamente empezamos a ver lo que podríamos considerar la joya de la corona desde el punto de vista floral, se trata de la rosa silvestre o rosa albardera (Paeonia broterii), una planta endémica a la que sólo le hace sombra otro endemismo, el ojaranzo (Rhododendrum ponticum). La densidad de esta planta en esta zona, un biotopo húmedo, fresco y oscuro, lo convierte en el lugar idóneo si queremos disfrutar de ella, no conozco ningún lugar de la sierra dónde haya tantas. El mero hecho de poder verla justifica con creces el desplazarse hasta aquí.
Bueno, y como dice el refrán (ya estoy pesadito con los refranes) "No hay rosas sin espinas", se acaba el camino y tenemos un primer contacto con lo que será la mayor parte de la ruta, la "no vereda". Aunque parezca imposible, este sendero es poco frecuentado por aficionados al senderismo (cosa maravillosa para los que sólo buscamos soledad y silencio) por lo que las únicas sendas que encontraremos serán las pisadas de cabras y vacas, aunque fáciles de seguir cuándo las hay.
El musgo gana por goleada, no existe una piedra que no esté colonizada.
Llegamos a una nueva bifurcación, como estamos haciendo un circular que cierra a la derecha, pues a la derecha siempre.
Nos desviamos un poco de la vereda para visitar la Fuente del Tesorillo, un abrevadero restaurado.
Nuevamente levantamos la vista para poder ver los picos que nos rodean, pero no hay forma, las nubes siguen allí.
Hemos llegado a la alambrada que nos separa de la carretera A-372, la cual tenemos que atravesar, una angarilla en el lugar marcado, nos abre paso. WP ANG7.
Justo enfrente, una cancela con un paso a su derecha nos permite introducirnos en el conocido como Campo de las Encinas. WP PUERTA1.
Una amplia pista recientemente remodelada nos permite un caminar cómodo.
Un nuevo abrevado se nos aparece a nuestra derecha. WP ABREV1,
Continuamos por la pista y veremos las ruinas de un antiguo cortijo a pies del Campo de las Encinas.
Las nubes suben un poco y al frente nos permiten ver la Sierra de la Silla (visitada en abril de 2016) y los llanos de Tavizna sobre el Valle de los Laureles.
De vez en cuándo las nubes nos permiten ver parte de la Sierra del Endrinal (visitada en marzo de 2015).
Unas cabras nos miran expectantes, se nota que por aquí no pasa mucha gente. Hay que tratarlas bien que son las productoras del exquisito queso payoyo.
A nuestra derecha vemos la cabreriza del Campo de las Encinas.
Una mancha amarillenta nos llama la atención, se trata de una gran planta de manzanilla que ha perdido casi todas las hojas quedando sólo los aquenios, debe ir muy adelantada ya que esto suele suceder más al verano, probablemente se trate de Chamaemelum nobile.
Pasada la cabreriza nos encontramos nuevamente otra bifurcación, y por supuesto la de la derecha.
El guardián del camino vigila el paso, a regañadientes se echa a un lado para que podamos pasar. A pesar de su aspecto son toros inofensivos, pero los cuernos imponen. Pocos metros más adelante abandonaremos la pista para entrar de nuevo en caminos de cabras.
Desde el filo de la pista vemos el lugar por dónde debemos continuar. WP SALIDA PISTA.
De momento el camino es claro y progresamos fácilmente. Delante de nosotros un amplio claro en el bosque, se trata del Llano de las Rosas, llamado así por la increible densidad de Rosas Albarderas que allí florecen. WP LLANO.
Justo a nuestra derecha se encuentra el Cerro de las Cuevas, la subida impone así que nos vamos mentalizando. Llama la atención lo poblado del cerro, la vegetación lo inunda todo y no parece que sea demasiado fácil progresar hacia la cima.
Y más rosas silvestres.
También se encuentran en el periodo álgido de floración los espinos albares o majuelos (Crataegus monogyna).
Cuesta trabajo creer que tanta belleza sea producto del azar. La humedad ambiente, la tranquilidad y el nublado dan un aspecto mágico al lugar. Es increíble que este sendero sea tan desconocido.
De buenas ganas nos quedaríamos aquí todo el día, ni una sóla piedra está libre de musgo. ¡Y yo que pensaba que estas imágenes sólo podíamos verlas en los Alcornocales!.
Inmensas encinas, rodeadas de quejigos, madroños, majuelos y otras plantas menores se muestran al máximo de su belleza, y poco a poco, cierran el camino.
Una vistazo a nuestra izquierda y vemos que las nubes han vuelto a bajar.
Pues sí, por ahí continúa la ruta.
Después de una subida hemos llegado a una alambrada que nos obliga a girar a la derecha, pero antes aprovechamos un claro para dar una visual al Valle del Boyar. WP MIRAD BOYAR.
Subimos a una formación rocosa que nos permite unas mejores panorámicas. WP MIRAD BOYAR2.
Con las fotos de recuerdo a buen recaudo, volvemos al track. Insisto en lo mismo, esta ruta necesita del apoyo del gps, salvo que se conozca perfectamente el terreno las probabilidades de despiste son enormes.
Nuevamente el terreno nos da un respiro. Y sin haber salido del anterior asombro, nos volvemos a impresionar, esto es un maravilla, probablemente el secreto mejor guardado del Parque Natural de Grazalema.
Los árboles encantados parecen abrirnos el paso de forma reverenciosa. Pasar por otro lado sería imposible.
Sin darnos casi cuenta hemos seguido ascendiendo y llegamos a la zona más peliaguda del recorrido, en este tramo ya empezamos a tener que saltar de piedra en piedra, y de jara en jara. Aunque no llueve, unas horas antes sí que lo hizo y todas las plantas están empapadas, nuestros pantalones llevan mojados hace rato, pero a partir de aquí la humedad nos llegará a los muslos. ¡Y mi superequipo de agua en el armario!
Ralentizamos el paso, el desnivel, la falta de camino y el tener que caminar sobre piedras con musgo y mojadas, hace que adoptemos el modo "superseguro". Empezamos a ver más piedras que verde.
Paramos para tomar aire y aprovechamos para una mirada desde un claro. A la izquierda la Sierra del Pinar totalmente tapada, a la derecha la del Endrinal igual, sólo al nivel del Puerto del Boyar parece estar despejado.
La subida se sigue complicando y nos obliga a dar continuos zigzag y lo peor es que no tenemos muy claro hacia dónde debemos ir, hay que subir pero tampoco es plan de sudar en balde.
Otra paradita para dar un vistazo al Salto del Cabrero (visitado en enero de 2014) y La Mesa. Por detrás debe estar la Sierra del Caillo y ya casi en línea de horizonte la Sierra de Líbar.
Casi al centro de la imagen y con un verde más clarito, el Valle del Hondón (visitado en febrero de 2017).
La arboleda empieza a desaparecer, no así la subida, al menos ya vemos la cima. El último tramo del que no tengo fotos es muy pedregoso y con inquietantes grietas entre cada piedra, algunas de las ellas de buena profundidad, hay que ir con mucho cuidado para evitar una torcedura que a estas alturas sería más que un inconveniente.
Prueba superada, ya estamos en lo más alto del Cerro de las Cuevas, lástima que la nubosidad nos impida mejores vistas.
Aún así, hacia el SW vemos en primera línea al Higuerón de Tavizna, por detrás el pantano de Los Hurones, Sierras de Aznar, La Sal y Las Cabras, pantano de Guadalcacín y al fondo del todo, la Sierra del Aljibe y del Valle.
A la izquierda de los anteriores, la Sierra de La Silla con sus relieves más notorios (La Silla, Adrión y Cerro del Torero) y por delante el Valle del Tavizna.
Al SE el Salto del Cabrero, el Valle del Hondón, por detrás la Sierra del Caillo y ya inapreciable, la Sierra de Líbar.
Al NW, los cerros Pajarete y Búho y más lejos, Villamartín.
La Sierra del Pinar sigue parcialmente oculta, aunque a la derecha se intuye algo del pico Monete.
Probablemente lo peor de todo el recorrido sea el primer tramo de bajada en busca de la Garganta del Ahijadero. Nuevamente una zona de piedras y grietas nos harán progresar con más cuidado que en la subida, por eso ni saco fotos, el peligro de resbalón o torcedura es mayúsculo, máxime con todo el suelo húmero, lleno de musgo, barro y hojas caídas.
La siguiente foto ya pertenece al segundo tramo, que consiste en la bajada por la garganta en busca del arroyo del Ahijadero. WP INICIO GARGANTA.
Un dato IMPORTANTE a tener en cuenta es que al ir encajándonos en la garganta, la señal gps empezará a hacer tonterías y nos puede despistar o crear dudas, así que hay que tener claro que hay que bajar por la garganta todo el tiempo, no tiene pérdidas, así que en caso de dudas hay que tener el convencimiento de que por el centro de la garganta, vamos bien.
Existen infinidad de veredillas que bajan más o menos pero entre lo cerrado del paso y las zarzas, serían todo un problema.
Por el centro está todo más despejado, ya en la parte baja el desnivel es muy pequeño y todo será mucho más fácil.
Como último dato reseñable de este tramo, señalar que encontraremos una masa de aulagas de unos cuarenta o cincuenta metros lo cual será todo un inconveniente si vamos con pantalones inadecuados. Este paso nos supuso volver a mojarnos completamente los pantalones y cuándo digo completamente, es así, ni siquiera con fuertes lluvias nos habíamos mojado tanto.
Hemos llegado a la parte más baja del recorrido, debemos cruzar el arroyo del Ahijadero y comenzar nuevamente la subida en busca de los Llanos del Berral. WP CRUCE ARROYO AHIJADERO.
Nuevamente caminamos por el Campo de las Encinas pero por el otro lado, a nuestra derecha también dejaremos el Cerro del Granadillo.
Un último vistazo al Cerro de las Cuevas, la depresión central es la garganta por la que acabamos de bajar, ¡parece mentira lo lejos que quedó en un rato!.
Caminamos por la ladera del Cerro del Albarracinejo y pronto veremos el Arroyo de los Charcones.
En esta zona siguen abundando las paeonias, menos grupos pero con más cantidad de ejemplares.
Empezamos a oir vehículos, la carretera discurre a nuestra derecha y no debe estar demasiado lejos.
Terminamos una bajada y por arte de magia aparecemos en los Llanos del Berral. Ya sólo nos queda volver al coche. Terminamos caladitos hasta los huesos sin habernos llovido, pero sin dudas este sendero nos dejará un recuerdo imborrable. Esto es todo, amigos.
Y ya sabéis, búscanos donde haya un sendero, una
montaña, un árbol,
donde un humilde musgo espere paciente el deshielo, búscanos donde el
buitre
leonado se siente invencible o donde la pequeña Langeii desparrame su
perfume, búscanos y si nos encuentras, será un placer saludaros.
26/12/2020. Hoy hemos hecho el sendero y realmente nos ha ayudado la publicación.
ResponderEliminarEs fácil perderse, así que seguir fielmente lo que aquí se dice.
Me alegra que os fuese de utilidad, con estas lluvias aquello tiene que estar impresionante, pasado el tiempo sigo en la creencia de que este sendero es uno de los tres más bonitos que podemos hacer en la sierra de Grazalema y mira que la competencia es alta.
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