La Cartuja de Cazalla de la Sierra (Sevilla), se encuentra situada a cinco kilómetros de la población, en un
terreno levemente montañoso. Tiene su origen a fines del siglo XV, y es
un magnífico ejemplo de los monumentales conjuntos arquitectónicos en
los que se desarrolló la vida de la Orden de los Cartujos. Aunque su historia como monasterio cartujo concluyó en el siglo XVIII, la realidad actual de sus restos permite una aproximación a los momentos de mayor esplendor. Esta visita nos permitirá descubrir una de las grandes joyas desconocidas de nuestra querida Andalucía.
Señalar que el recinto es propiedad privada y en parte de sus instalaciones se ubica un hotel rural, no obstante la visita es mixta tiene una parte guiada donde nos cuentan todos los pornemores históricos del lugar así como alguna que otra anécdota y al finalizar la fase guiada pues podemos desplazarnos libremente y poder tomar fotos o mirar con más tranquilidad. Desde aquí agradecer ese detalle y la atención que recibimos por parte de nuestra guía.
Dejamos el coche en el aparcamiento justo a la entrada en: 37º57.126N - 5º43.752W
El acceso al conjunto se realiza a través de una gran portada, de líneas clásicas, formada por dos pilastras toscanas que enmarcan un arco de medio punto. A su izquierda se sitúa la «casa del monje portero», mientras que a la derecha se localiza la «capilla de los peregrinos», una especie de «capilla de afuera», tradicional en todas las cartujas.
Esta colorida entrada no nos hace suponer la maravilla que tras ella se oculta.
Es un recinto monumental de 9 hectáreas rodeado de otras 10 hectáreas de encinas, alcornoques y olivos. En ella se encuentra el monasterio cartujo que tiene 600 años de antigüedad, aunque en su estructura tiene vestigios moriscos del siglo VIII como la antigua mezquita convertida en sala capitular por los monjes.
Señalar que el recinto es propiedad privada y en parte de sus instalaciones se ubica un hotel rural, no obstante la visita es mixta tiene una parte guiada donde nos cuentan todos los pornemores históricos del lugar así como alguna que otra anécdota y al finalizar la fase guiada pues podemos desplazarnos libremente y poder tomar fotos o mirar con más tranquilidad. Desde aquí agradecer ese detalle y la atención que recibimos por parte de nuestra guía.
Dejamos el coche en el aparcamiento justo a la entrada en: 37º57.126N - 5º43.752W
El acceso al conjunto se realiza a través de una gran portada, de líneas clásicas, formada por dos pilastras toscanas que enmarcan un arco de medio punto. A su izquierda se sitúa la «casa del monje portero», mientras que a la derecha se localiza la «capilla de los peregrinos», una especie de «capilla de afuera», tradicional en todas las cartujas.
Esta colorida entrada no nos hace suponer la maravilla que tras ella se oculta.
Es un recinto monumental de 9 hectáreas rodeado de otras 10 hectáreas de encinas, alcornoques y olivos. En ella se encuentra el monasterio cartujo que tiene 600 años de antigüedad, aunque en su estructura tiene vestigios moriscos del siglo VIII como la antigua mezquita convertida en sala capitular por los monjes.
Parece ser que los primeros que se afincaron en este lugar fueron los fenicios que crearon la Ruta de la Plata y explotaron las minas del Cerro del Hierro (visitado en abril de 2016). Luego los musulmanes construyeron en el recinto denominado El Castillejo, una mezquita, un molino de aceite y un molino de harina de los que todavía quedan algunos restos. «Cuando se marcharon los musulmanes en el siglo XIV se conoce que Pedro I El Cruel, rey de Castilla y León, se hospedaba en El Castillejo cuando venía a la zona a cazar osos», nos explica nuestra guía.
En 1416 se instalaron los primeros monjes de la orden de los Jerónimos que construyeron el monasterio y sesenta años más tarde los relevaron los Cartujos que acogían a peregrinos de la Ruta de la Plata del camino de Santiago en la Casa del Peregrino, edificio en el que actualmente vive la familia propietaria.
Frente a la recepción encontramos una talla de un peregrino que parece darnos la bienvenida.
Durante 400 años los cartujos fueron ampliando el conjunto monumental y permanecieron allí hasta la desamortización de Mendizábal que supuso la expulsión de los monjes. El conjunto cayó en desuso y la gente del pueblo lo usó durante años como granja para el ganado y la iglesia sirvió de bodega para guardar el vino.
Siguiendo el eje de entrada al recinto, y distanciado de él, se encuentra el núcleo fundamental del conjunto. Éste se compone de una iglesia y tres claustros con las distintas dependencias y cronologías.
Adosado al muro derecho del templo se sitúa el claustro central. Éste, de planta cuadrada, estuvo en origen porticado, con seis pilares cada lado. En la actualidad, las galerías perimetrales se encuentran totalmente derruidas, conservándose únicamente los arranques de las bóvedas.
El Monasterio de la Cartuja de la Inmaculada Concepción que es su nombre completo, constituye una excepción al ser el único monasterio cartujo que se crea como filial de otro. Pensado como un lugar de esparcimiento y retiro de los monjes cartujos que se apartaban de las obligaciones que la metrópoli les ocasionaba, el prior de la de Santa María de la Cuevas de Sevilla, Fernando Torre, promovió y buscó un lugar adecuado para establecer un monasterio a tal fin. Tras el fallecimiento de dicho prior los monjes hispalenses lo solicitan mancomunadamente al Capítulo General de la Orden, que otorga licencia en 1476. Fue edificado por los monjes de la Orden de San Bruno, filial al de Santa María de la Cuevas (La conocida como Cartuja de Sevilla), comenzando sus obras sobre el año 1503, cuando los monjes covitanos fueron conminados a procurar los medios necesarios mediante misiva del Capítulo General.
La majestuosa espadaña, apoyada sobre el muro de la Epístola, es de notorios caracteres barrocos, decorada con esferas de azulejos y polícromos que en su momento debió ser un auténtico espectáculo.
Asimismo, son perceptibles vestigios de azulejos de Cuenca del siglo XVI y restos de pinturas murales gótico-mudéjares. Alrededor de este claustro se encuentran una serie de dependencias, como son la sala capitular, la antigua sacristía, sala «de Profundis» y el refectorio.
Mientras yo intento prestar atención a las explicaciones de nuestra guía, la juguetona no para y encima pone cara de buena cuando la pillo in fraganti.
A modo de bancos y taburetes vemos unas curiosas tallas en piedra.
Con respecto al claustro grande, hay que indicar que es la zona más perdida del monasterio. De él se conservan algunos restos de bóvedas de crucería que cubrían las galerías. Todo el ámbito poseía celdas independientes, de simple traza.
El claustro pequeño, también conocido como «claustrillo», centralizaba las dependencias originales del establecimiento conventual. Obra de planta rectangular, conserva la base de los pilares y el arranque de los arcos, así como una fuente en su centro.
El presbiterio, por su parte, presenta una interesante bóveda nervada de raigambre gótica. Este espacio estuvo decorado por numerosas pinturas murales, hoy prácticamente perdidas.
El sagrario, que se dispone tras el presbiterio, se comunica con éste mediante dos puertas laterales y un gran vano central. Posee planta cuadrangular, y se cubre con una falsa cúpula con tambor apoyada en pechinas. Este espacio estuvo decorado por un completo programa iconográfico, hoy muy deteriorado.
En el costado izquierdo de la cabecera de la iglesia se localiza la sacristía, de la que tan sólo se conservan sus muros y los arranques de la bóveda que la cubría.
En algunas paredes podemos ver restos de la decoración original que se distinguen muy bien de las que han sido restauradas o repintadas de forma reciente.
La gran cúpula central nos recuerda, salvando las distancias, a la cúpula de la Basílica de San Pedro de Roma. Bien pintada tendría que ser soberbia.
Y evidentemente esta es la de la Basílica de San Pedro, bien pintada.
Por algunos rincones encontramos auténticas joyas en madera tallada.
Todo el conjunto queda rodeado por una cerca, dentro de la cual también se incluyen varias albercas y acequias.
Con la invasión francesa en 1810 el monasterio es saqueado por las tropas invasoras y los cartujos cazalleros sufren su primera expulsión, regresando la comunidad en 1814 tras la guerra, recuperan las edificaciones e inician su rehabilitación.
Rodea al monasterio la huerta, el molino aceitero y el estanque de la galapaguera, próxima a la primera capilla citada.
Y así en el olvido la propiedad del monasterio fue pasando de manos en manos, hasta que una iniciativa privada compró el lugar y recuperó lo que hoy podemos ver.
Con un último paseo por los alrededores del monasterio ponemos fin a esta visita que nos ha supuesto todo un descubrimiento de un lugar maravilloso y cargado de historia que se niega a perecer víctima del olvido y del abandono por parte de las administraciones.
VISITAS COMPLEMENTARIAS:
Nacimiento y cascadas del río Huéznar (San Nicolás del Puerto)
El Rebollar y el Cerro del Hierro (San Nicolás del Puerto).
Y ya sabéis, búscanos donde haya un sendero, una montaña, un árbol, donde un humilde musgo espere paciente el deshielo, búscanos donde el buitre leonado se siente invencible o donde la pequeña Langeii desparrame su perfume, búscanos y si nos encuentras, será un placer saludaros.
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